I
“No importa cómo me llaméis. Ismael, como el marinero buscador de ballenas, siempre me pareció un buen nombre. Me han dado muchos, distintos y tan alejados de la realidad unos como certeros los otros.
Tampoco sé muy bien qué es exactamente lo que soy. Sé que deja un extraño sabor a sudario en las comisuras de los labios. Sé que ayuda a ver sin mirar, a escuchar sin oír. Permite acercarse un poco más a lo que vosotros llamáis Dios. Y es cuando se le ve de cerca cuando uno se siente decepcionado: “me lo imaginaba más alto que yo”. Pero no, es exactamente de mi estatura, porque es exactamente mi reflejo. Un poco distorsionado, quizá. Más lo que pude haber sido que lo que soy o fui.
Toda historia es la historia de un viaje, y no de otro modo debe entenderse la mía. Pero mi viaje, mi búsqueda, es una encarnación más del absurdo. Porque no tiene sentido buscar lo que ya ha desaparecido, o lo que todavía no existe.”